Los flatitos: una odisea en el espacio
En el espacio no todo va a ser flotar o dar mamporrazos con espadas laser -las dos cosas a la vez no se dan en la misma película. También habrá que alimentarse y seguir con el día a día exactamente igual que en la Tierra. La gravedad o, mejor dicho, la falta de ella, condiciona, y mucho, lo que los terrícolas damos por hecho en cuanto al yantar.
En lugar de pan, se prefieren tortillas de harina estilo fajitas para preparar bocadillos, ya que no sueltan migajas y además duran más sin estropearse -aguantan unos 18 meses. Un invento culinario que hoy podemos comprar en cualquier supermercado, como la barrita alimenticia, se introdujo por primera vez en el proyecto Apolo (1968-1972). Había que meter la mayor cantidad de nutrientes en el menor espacio posible. Los líquidos salen flotando y pueden ponerlo todo perdido. La sal y la pimienta no pueden estar en polvo, porque de escaparse, se podrían introducir en cualquier rendijilla y estropear los sistemas informáticos. En definitiva, hay que tener muchísimo cuidado hasta con las más sencillas acciones.
Pero de entre todo lo curioso respecto a la comida, hoy nos fijamos especialmente en la digestión. El tema captó mi atención cuando oí a Pedro Duque decir que al ingerir alimentos en el espacio, en condiciones de microgravedad, había que procurar no introducir aire en el estómago, ya que luego se hacía muy difícil expulsarlo. En la Tierra, gracias a la gravedad, todo el aire que tragamos y el que se produce en la digestión se separa de los líquidos en el estómago por su propio peso. El aire va hacia arriba y los líquidos y sólidos hacia abajo. Lo que pesa más cae y ayuda a que lo que pesa menos vaya hacia arriba.
Es el mismo mecanismo que separa el aire del agua en un cirtuito cerrado. En éstos, se sitúa lo que se llama un purgador de aire en la zona más alta del circuito para que las burbujas de aire se dirijan hacia él y salgan por su válvula.
En nuestro caso, el purgador de aire es la boca. La incapacidad de liberar gases hace que, en los primeros días de una misión espacial, disminuya el apetito de los astronautas. Por la misma razón, la congestión nasal también es común en el espacio, por lo que la capacidad de detectar los sabores disminuye y eso tampoco ayuda a la ingesta de alimentos. Si a todo esto le unimos el hecho de que la apariencia de la comida espacial no es la más apetitosa, no será difícil imaginar que uno de los aspectos más estudiados en toda la era de viajes espaciales sea el tema alimenticio. El Space Food Systems Laboratory (SFSL) es en el organismo de la NASA encargado de la investigación en el campo de la alimentación espacial. Veremos en un próximo artículo qué se cuece en sus fogones y la influencia que sus descubrimientos han tenido en nuestra vida diaria.
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